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Mostrando entradas de julio, 2011

UNA VIDA "ANODINA".

Hace pocas semanas falleció un antiguo vecino con el que conviví en mi infancia, cuando el tiempo transcurría más lentamente y el sol del verano te bronceaba sin quemarte. Era un hombre en el que destabaca siempre su eterna y plácida sonrisa. Ya por entonces me parecía "mayor" (para un crío de diez años un hombre de cincuenta es casi Matusalén). Lo que más me impresionaba de él era su calma y tranquilidad. Nunca lo ví alterado, siempre saludaba a todo el mundo con esa sempiterna sonrisa y sus ojos eran reflejo de un profundo y apacible mundo interior. Muchos le llamaban "el viudo", pues vivía solo y que yo sepa no tenía hijos. A su mujer no llegué a conocerla, pues según contaban había muerto hacía tiempo "de una enfermedad mala" (como si hubiese enfermedades "buenas"). Recuerdo que un día me caí de la bicicleta y me hice una pequeña herida en la rodilla. Por casualidad D. Santiago (así se llamaba) iba a entrar en el portal cuando acudió en mi ay